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13/11/2009

JAVIER LAFUENTE - Madrid - 13/11/2009

Chile celebrará el próximo 13 de diciembre sus primeras elecciones después de la muerte de Pinochet. Tras 20 años de Gobierno de la Concertación, el principal favorito para suceder a la presidenta, Michelle Bachelet, es el candidato de la derecha, el empresario Sebastián Piñera. El ex presidente Ricardo Lagos (Santiago, 1938), en una entrevista con EL PAÍS celebrada ayer, analiza los comicios y la situación actual de América Latina.

Pregunta. ¿Es Piñera la herencia de Pinochet?

Respuesta. Piñera votó no en el plebiscito a Pinochet, relojes baratos eso no se discute. Sí me parece que todos los que le rodean son herederos de Pinochet. Alguien me puede decir que las cosas han cambiado en los últimos 20 años. Sí, pero todos ocuparon puestos de importancia, comparten la idea, la ideología, y eso me parece más grave. Porque en el mundo de hoy ésa es una ideología en retroceso.

P. Hay quien piensa que para que la transición en Chile concluya, como en otros países, es necesario que gane la derecha.

R. No, no creo que sea así. Las alternancias las define el pueblo, no se definen a priori. Lo que ha habido en Chile es una gestión política poco adecuada que explica la diferencia de apoyo al Gobierno [con respecto al candidato Piñera], no ya de la presidenta: el Gobierno es la Concertación. El tema del candidato que va por fuera [en referencia Marco Enríquez-Ominami] se pudo haber resuelto con elecciones primarias.

P. Viendo la altísima aceptación que tiene la presidenta Bachelet, ¿hubiese sido bueno para Chile que pudiese haber repetido mandato?

R. No, eso va en contra de un sentimiento nacional. Lo mismo se planteó en mi caso. No creo que sea bueno. A usted lo eligen con ciertas reglas, que no incluyen la reelección.

P. ¿Qué puede aportar de nuevo alguien que ya fue presidente, como Eduardo Frei?

R. Gracias al éxito de la coalición se cambió el país. Pero si el éxito ya se produjo, necesitas nuevas políticas. Ése es un tema muy crucial en una coalición que lleva 20 años gobernando.

P. ¿Supone un retroceso que después de estos años triunfales de Bachelet vaya a gobernar la derecha por primera vez después de Pinochet o que la alternativa sea un ex presidente?

R. Yo creo que no. Sólo en el tango 20 años no es nada. Pero hay que tener en cuenta que Chile lleva 20 años de éxitos.

P. ¿Qué le parece la irrupción de Marco Enríquez-Ominami y su ascenso en apenas un año?

R. Eso se debe a personas que vienen del ámbito de la Concertación y que no están satisfechas con la forma en que se resolvió el sistema de elección el candidato presidencial.

P. ¿Fue un error no permitir a Enríquez-Ominami presentarse a las primarias de la Concertación?

R. Eso corresponde a las direcciones políticas. Yo no me voy a meter en política interna, menos estando fuera de Chile.

P. Esta misma semana, en una conferencia en la Casa de América, insistió en que la región necesita una única voz en los organismos internacionales. ¿A qué país se refería?

R. A ninguno en concreto. Que haya tres países [México, Brasil y Argentina] en el G-20 es muy importante. Es una oportunidad para América Latina excepcional. Se trata de consensuar posiciones, ponerse de acuerdo en los temas que se van a tratar. Latinoamérica tiene que hablar con una voz única, que todos los países hablen al unísono.

P. Acaba de volver de Honduras. ¿Qué se puede hacer que no se haya hecho ya para buscar una solución a la crisis?

R. Es muy difícil que se vayan a volver a juntar Manuel Zelaya y Roberto Micheletti. Ambas partes tienen una percepción distinta del acuerdo que firmaron.

P. Otro asunto candente es la tensión fronteriza entre Venezuela y Colombia. ¿Cómo ve este asunto?

R. Muchas veces se usan este tipo de conflictos para evitar problemas internos. Me parece desproporcionado que se hable de guerra porque otro país haya firmado un acuerdo de fortalecimiento de sus Fuerzas Armadas [por el que EE UU podrá utilizar siete bases militares colombianas]. Pero claro, el Gobierno venezolano tiene algunos problemas internos... Es un camino peligroso recurrir a asuntos de política externa para resolver la política interna