Arrebato, filme de culto por excelencia del cine español, supuso la consagración de Zulueta al mismo tiempo que resultó en cierto modo su cruz. Tratado de tintes autobiográficos sobre el poder vampírico del cine y el desmoronamiento de un cineasta heroinómano conserva desde su estreno hace 30 años toda su capacidad de fascinación. Antes de ella, Zulueta había dirigido innumerables cortos experimentales en formatos domésticos, y otro largometraje, Un, dos, tres, al escondite inglés que no pudo firmar con su nombre dado que el Sindicato del Espectáculo exigía entonces (1970) el carné oficial de director para hacer un filme, e Iván Zulueta no lo tenía por haber sido suspendido en la Escuela oficial de Cinematografía. El productor de la cinta, José Luis Borau, le prestó su nombre aunque siempre quedó clara la verdadera autoría.
Comedia pop algo disparatada, reflejaba muy bien el peculiar talento de este hombre de la imagen, tan aficionado al cine como a la pintura, la fotografía y el cartelismo, y que había triunfado en TVE en los años sesenta con un programa semanal presentado por José María Íñigo, titulado Último grito.
Buenos amigos como Antonio Gasset y Augusto Martínez Torres le convencieron de que filmara una obra más personal, y con pocos medios económicos se lanzaron juntos a la aventura de Arrebato, con un guión apenas esbozado pero lleno de energía e imaginación. Aun cuando en su estreno madrileño no llamó especialmente la atención, fue recuperada poco después y se mantuvo en cartel durante casi un año en sesiones nocturnas. La droga que consumían sus personajes fue un elemento tan clave en la poética del filme como en la vida personal de Zulueta.
Arrebato se sigue contemplando como una obra sugestiva, inquietante, seductora y perversa. Su inteligente mezcla de géneros la hacen rica y permanente. Diversos productores pretendieron desde entonces que éste regresara al cine, pero ninguno lo logró. El director sólo filmó desde entonces un corto incluido en el largometraje colectivo Delirios de amor (1989) y alguna esporádica colaboración para televisión para la serie Crónicas del mal (1992).
Zulueta se refugió en su retiro donostiarra, donde fue filmado por Andrés Duque para el magnífico documental IvanZ (2004). Pocas veces volvería a conceder una entrevista. La última fue al canal español TCM. En el transcurso de ésta declaró su intención de regresar al cine. Su obra creativa se circunscribió en los últimos años a la fotografía y el cartelismo pero habría deseado rodar más películas, afirmó. La carrera truncada de Iván Zulueta supuso una gran pérdida para la cultura española. Su lamentable fallecimiento ahora, sólo ha cerrado un capítulo que él inició voluntariamente hace ya muchos años.