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15/10/2009 Fragmento del primer capítulo de

Cuando el señor, también conocido como dios, se dio

cuenta de que a adán y eva, perfectos en todo lo que

se mostraba a la vista, no les salía ni una palabra de la

boca ni emitían un simple sonido, por primario que

fuera, no tuvo otro remedio que irritarse consigo mismo,

ya que no había nadie más en el jardín del edén

a quien responsabilizar de la gravísima falta, mientras

que los otros animales, producto todos ellos, así como

los dos humanos, del hágase divino, unos a través de

mugidos y rugidos, otros con gruñidos, graznidos, silbos

y cacareos, disfrutaban ya de voz propia. En un best replica watches

acceso de ira, sorprendente en quien todo lo podría

solucionar con otro rápido fíat, corrió hacia la pareja

y, a uno y luego al otro, sin contemplaciones, sin medias

tintas, les metió la lengua garganta adentro. En los

escritos en los que, a lo largo de los tiempos, se han

ido consignando de forma más o menos fortuita los

acontecimientos de esas remotas épocas, tanto los de

posible certificación canónica futura como los que eran

fruto de imaginaciones apócrifas e irremediablemente

heréticas, no se aclara la duda de a qué lengua se

 

refería, si al músculo flexible y húmedo que se mueve

y remueve en la cavidad bucal y a veces fuera, o al

habla, también llamado idioma, del que el señor lamentablemente

se había olvidado y que ignoramos

cuál era, dado que no quedó el menor vestigio, ni tan

siquiera un corazón grabado en la corteza de un árbol

con una leyenda sentimental, algo tipo te amo, eva.

Como una cosa, en principio, no va sin la otra, es

probable que otro objetivo del violento empellón que

el señor les dio a las mudas lenguas de sus retoños

fuese ponerlas en contacto con las interioridades más

profundas del ser corporal, las llamadas incomodidades

del ser, para que, en el porvenir, y con algún conocimiento

de causa, se pudiera hablar de su oscura

y laberíntica confusión, a cuya ventana, la boca, ya

comenzaban a asomar. Todo puede ser. Como es lógico,

por escrúpulos de buen artífice que sólo le favorecían,

además de compensar con la debida humildad

la anterior negligencia, el señor quiso comprobar que

su error había sido corregido, y así le preguntó a adán,

Tú, cómo te llamas, y el hombre respondió, Soy adán, tu

primogénito, señor. Después, el creador se dirigió a la

mujer, Y tú, cómo te llamas tú, Soy eva, señor, la primera

dama, respondió ella innecesariamente, dado

que no había otra. El señor se dio por satisfecho, se

despidió con un paternal Hasta luego, y se fue a su

vida. Entonces, por primera vez adán le dijo a eva,

Vámonos a la cama.

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