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17/11/2009 Editorial: Rendición anticipada (El País, España)

Antes incluso del encuentro hoy en Pekín entre Barack Obama y el presidente chino Hu Jintao, ambas potencias han hecho saber al mundo que no podrán llegar a un acuerdo sobre reducciones de gases de efecto invernadero en la reunión de Copenhague, que se abre el 7 de diciembre y cuyo objetivo era sentar las bases de un acuerdo pos-Kioto con compromisos cuantificables en la lucha contra el cambio climático. Mala noticia cuando los efectos del recalentamiento atmosférico se medirán en hambrunas en amplias regiones del globo en los próximos años, como está advirtiendo estos días la FAO. Porque Estados Unidos y China, pese a sus diferentes circunstancias, son los dos países más contaminantes del planeta. Sin su firme voluntad política, ningún acuerdo sustancial es posible y, en consecuencia, crecen las probabilidades de un largo punto muerto en un tema tan crucial.

Estados Unidos, que ya se desmarcó del protocolo de Kioto, ha seguido aumentando sus emisiones durante las dos últimas décadas. A pesar de las prioridades reiteradamente proclamadas por Obama, el presidente está prácticamente prisionero de un Congreso con grandes dependencias locales y reacio a aprobar legislación rigurosa sobre la materia. El Senado todavía no se ha puesto de acuerdo en las reducciones de dióxido de carbono, aunque sus límites sean menos ambiciosos que los planteados por la Unión Europea. Pekín, el espejo en que se miran otras grandes economías emergentes, ha mostrado a desgana su disposición a cumplir con objetivos de limitación, siempre sobre la base de que Washington aceptara la parte de compromiso que le corresponde.

Los científicos han llegado a la casi unánime conclusión de que la utilización de los combustibles fósiles para producir energía es la fuente de un aumento sin precedentes en millones de años de historia de la Tierra de la concentración de CO2 en la atmósfera, y que este aumento venenoso tendrá consecuencias graves. Si se aplicaran las medidas más rigurosas que se han venido enunciando a lo largo de los últimos años, algo utópico hoy y ya descartado en Copenhague, aún estaríamos abocados a una subida de la temperatura media del planeta de serias consecuencias. Pero serán mucho más graves si se mantiene la mezcla de retórica y falta de voluntad política actual.